El fresco y sutil perfume de los naranjos no se siente, pero este lugar estuvo alguna vez lleno de árboles frutales que llenaban de color las fincas vecinas. Las tierras fértiles eran alimentadas por las líneas de agua que seguían al Tajo (Sete Rios). Há quedado "Quinta das Laranjeiras"
Mucho que contar: sobrevivió al terremoto de 1755 y a la reconstrucción de la ciudad; sobrevivió al crecimiento urbano, cuando el centro histórico estaba tan lejos; Ha sobrevivido a cuatro siglos de progreso.
La propiedad ha ido de la mano, entre los nobles, desde 1760, la referencia más antigua.
A su gusto, fueron introduciendo estilos y características arquitectónicas, de modo que lo que comenzó como una casa rural ganó el estatus de residencia palaciega. Y a finales del siglo XIX, la vivienda ya se había adaptado a la convivencia social que promovía un cierto estatus burgués. No todos estimaron el patrimonio. A su debido tiempo, María Emília Viana Homem Machado, 3ª Condesa de Caria, lo heredó. Con su esposo,
Boaventura Freire Corte-Real Mendes d'Almeida, veló por el legado. Los antiguos propietarios prestan el título al palacio, que ahora renace, perpetuando los recuerdos.
2º Conde de Caria
Estrada das Laranjeiras, circa 1940, © Eduardo Portugal
La fachada es simple a los ojos de los transeúntes. El palacio Condes de Caria, del siglo XVIII, guarda tesoros en su interior.
No sirve de nada asomarse desde lejos, es mejor entrar y reunirse ...
El aroma de las naranjas.
Pinceladas de color sobre azulejos.
El polvo del tiempo se sopla ...
La historia queda al descubierto
y se conserva su belleza original.
Lisboa se reinventa con cada nuevo siglo. A medida que crece, se talla, como un jardín. Las granjas y los parques urbanos se han convertido en una necesidad. Estar cerca de todo y lo suficientemente lejos, en un equilibrio perfecto con la naturaleza, es un desafío en el tejido urbano, que abre caminos a
distancias estrechas.
Italia y Francia habían estado dictando las tendencias del paisaje desde el Renacimiento. El movimiento humanista añadió la idea del poder del hombre sobre la naturaleza. Todo era racional, organizado, formal. Los arbustos
delimitan los pasajes, en una cuidada geometría, siguiendo la moda de los parterres franceses. La ley era obligatoria.
Escaleras y fuentes completaban el cuadro. Un jardín era una afirmación de las lujosas casas de la aristocracia y la alta burguesía.
Una gran magnolia domina el jardín central, donde se encuentra la piscina. El pino carrasco, los cipreses y otras especies dibujan sombras. La escalera al
fondo, conduce al mirador que permite contemplar el jardín. La gramática decorativa es predominantemente naturalista, con una matriz neoclásica de principios del siglo XIX. Al oeste del bloque A, las novias vestidas de azulejos evocan viejas pasiones. Esperan sentados junto al beso del sol. Ayer como hoy, un jardín es un beneficio y un regio.
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